jueves, 15 de marzo de 2012

La melancolía que produce la obsolescencia programada ...

     Leo hoy (15 de marzo de 2012), en  la sección de noticias del home de Yahoo, un comentario titulado: "La obsolescencia programada". Este ha  provocado en mi un aluvión importante de recuerdos y la consiguiente melancolía tecnológica. El comentario describe como los grandes fabricantes de hardware y software del mundo tienen programada una agenda de producción que provoca una obsolescencia prematura en la tecnología que compramos y usamos. Todo esto es así por motivos comerciales, es decir, el fabricante decide producir un número determinado de unidades y se plantea un tiempo específico para su venta. Cuando el mercado afloja la demanda, entonces se lanza una nueva revisión del producto y comienza el ciclo de nuevo. Si han quedado unidades de la anterior versión, se venden a precio de saldo y si no han quedado pues, o se producen más o se adelanta el lanzamiento de la nueva versión. Un claro ejemplo de todo esto es el archiconocido fabricante "Apple" y su línea de productos tecnológicos. Todo el mundo conoce esta empresa y sus productos. Se lanza un Iphone 4 y al poco tiempo el 4s, y ya están a punto de lanzar el 5 (o con los famosos Ipad: se lanza el primero y al poco tiempo el segundo y ya se está a punto de lanzar el tercero). Por lo tanto es lícito pensar que la marcha comercial de la tecnología la marcan estos fabricantes, que tienen estudiado y planificado un programa a corto, medio y largo plazo de comercialización (y por lo tanto tienen perfectamente inventada la tecnología de los próximos años). Yo ya era consciente de esta situación hace 20 años. Y si me retrotraigo algo más, podemos hablar de mediados de los 80. En 1986, mi padre me regaló mi primer ordenador personal. Se trataba de un Sinclair Spectrum +2 con esos 128 Kbytes de memoria Ram y esa arcaica tarjeta gráfica y lector de cintas de cassette. Con él hice mis primeros pinitos con el lenguaje de programación Basic y jugué a mis primeros videojuegos. 
Poco después, en 1989, mi padre me regaló mi primer PC. Era un 8088 de Intel, con un equipamiento de risa. Sin disco duro, con una muy pequeña cantidad de memoria Ram y con una tarjeta CGA que alimentaba de rudimentarios gráficos a un monitor CRT monocromático de fósforo blanco de 12 pulgadas. Recuerdo la unidad de discos flexible de 5,25 pulgadas que tenía, con esos grandes, finos y flexibles discos de doble cara y doble densidad en los que se podía almacenar menos de una cuarta parte de un mega. Por si fuera poco, me regaló también mi primera impresora a los pocos meses, una Hyundai matricial de 128 puntos que sonaba como un auténtico John Deere. 
En el 91 recibí, también de mi padre (que ha hecho de mi el informático que soy), el que yo denominé cariñosamente "mi primer ordenador de verdad". Se trataba de un 80386mmx de Intel, ya con algo más de memoria RAM, con un disco duro de 40 megas y una gráfica VGA de 256 colores. Venía con un monitor CRT de 14 pulgadas en color. Que viejos recuerdos. Desde ese punto hasta hoy en día todo ha sido superacelerado. En 1995 empecé mi primer trabajo en serio como informático. Fue en una cadena nacional de tiendas de informática y fue ahí donde empecé a tener verdadera conciencia sobre el tema de la obsolescencia programada. La empresa nos pasaba circulares periódicas en las que se nos informaba de los productos que aparecerían en el mercado en los siguientes meses. Mi flipe fue absoluto cuando leía estas circulares.
 En el 97 adquirí mi primer Pentium III de Intel, con el que empecé a navegar por Internet lentamente usando los viejos modems de 56600 bps. Ya en el 2003 adquirí mi primer AMD (un Athlon XP), con un equipamiento digno y moderno (este equipo está actualmente todavía en mi posesión) y con el que, aprovechando las nuevas conexiones adsl de 1 mega pude empezar a saber en serio lo que era Internet. Mi último equipo fue un regalo de mi señora y mis familiares. Mi primer portátil, recibido en Junio de 2007 por mi cumpleaños y desde el que escribo esta entrada. Se que ya tenía que haber renovado mi equipamiento informático ... tal vez sea la añoranza de otros tiempos, la melancolía que producen los recuerdos, o la actual situación económica, la que me hace desafiar a la obsolescencia programada hasta los límites máximos ... (dicho esto, seguro que de este verano no pasa de adquirir un nuevo equipo).

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